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DEPRESIÓN
POSTPARTO. ESE FUE EL DESENCADENANTE PARA QUE YO COMENZARA MI CAMINO
ESPIRITUAL, PERO NO FUE POR CASUALIDAD, HABÍA LLEGADO EL MOMENTO DE MI
DESPERTAR ESPIRITUAL. MI CONSCIENTE COMENZABA A SER DESVELADO POCO A
POCO, DESDE EL INSTANTE QUE DÍ A LUZ A MI HIJO. SÉ DE VARIAS MUJERES QUE
DESPERTARON DE LA MISMA FORMA QUE YO. TAMBIÉN CONOZCO A OTRAS PERSONAS,
CUYO DESPERTAR TUVO OTRO DESENCADENANTE...DA IGUAL...LA META ES LA
MISMA PARA TODOS.
UNA EXPERIENCIA DE DESPERTAR ESPIRITUAL:
A
continuación voy a tratar de contar la experiencia que comencé a vivir o
que se desencadenó en mí, en el año 1989 y que fue para mí el comienzo
de mi despertar espiritual o mi despliegue kundalini, aunque yo por
entonces no sabía nada sobre esto, ni comprendía nada de lo que estaba
sucediéndome. Lo único que sentía es que, después de aquello, ya nunca
volvería a ser la misma. Ante mí se abría un camino desconocido en el
que yo debía ir escribiendo según fueran las elecciones que realizara en
el futuro. Se trataba de un camino en el que se apostaba en la búsqueda
de respuestas…de un sentido de vida, o por el contrario, de un camino
hacia ninguna parte… Gracias a Dios, el resultado fue en la primera
dirección.
Todo
comenzó al dar a luz a mi segundo hijo. Un mes antes, había cumplido 27
años. Allí me encontraba yo, dando a luz mi nuevo tesoro…, consciente,
contenta y muy agradecida porque todo había salido bien. Recuerdo haber
rezado una oración de gracias, cuando lo oí llorar y me dijeron que
estaba perfectamente. Esa noche, ya en la habitación del hospital,
miraba a mi hijo, como dormía en su cunita y me sentía muy feliz y
satisfecha de haber tenido a aquella criatura. A la noche siguiente de
dar a luz, empecé a sentir una especie de temblor por todo el cuerpo que
me desconcertaba.
Estaba
tumbada en la cama y la cabeza, el cuello y el cuerpo se me movían
solos, como si una corriente eléctrica me estuviera atravesando. Era una
sensación horrorosa, agobiante, hasta la enfermera, al comentárselo y
observar mi temblor, me recomendó que fuese al neurólogo en cuanto
pudiera. Ahora puedo asegurar que se trataba del despertar de mi energía
kundalini, el tiempo y la experiencia me lo han corroborado. Pero
entonces no sabía nada de eso y el sufrimiento y el desconcierto eran
enormes. Al cabo de 8 años de búsqueda y de experimentar aquel
despliegue de síntomas, a temporadas, descubrí que esa energía existía y
era la causa de los estragos y molestias de lo más variado, que había
estado padeciendo los años anteriores. Ya de regreso a casa, con una
extraña sensación de vacío y los nervios disparados me sentía muy mal.
A
la tercera noche aproximadamente del parto, me quedé dormida, pero
enseguida el pequeño me despertó para su toma y fue como despertar en la
irrealidad. Tuve mi primera crisis de pánico. Estaba desconcertada, no
sabía lo que me estaba pasando, pero yo me sentía morir…Esa noche se me
hizo larguísima. La soledad más atroz que jamás había podido sentir y
atenazada por un miedo nunca antes conocido por mí. No podía parar
quieta en la pequeña sala de la casa, dando vueltas de aquí para allá.
Tengo que decir que me encontraba sola por motivos de trabajo de mi
marido y la casa era un chalet en el que tenía que salir y recorrer un
buen trecho si quería pedir ayuda…Además era el mes de Marzo y hacía un
viento muy fuerte, ensordecedor, que hacía sentir mucho más la soledad y
el aislamiento. La angustia y la ansiedad se habían apoderado de mí y
me sentía como un animal enjaulado que no sabía cómo salir de ese estado
de terror. Estuve así toda la noche. Nunca más volvería a ser la misma
después de haber conocido aquellas sensaciones tan desagradables. Desde
el domingo por la noche que me ocurrió eso, hasta llegar al siguiente
fin de semana que venía mi marido, no sé cómo pude pasar la semana.
Comencé a vomitar, tener diarreas, no podía tragar bocado, estaba como
mareada, mi organismo no retenía nada. Me obligaba a beber suero hecho
con bicarbonato, limón, sal y azúcar, para recuperar los iones perdidos
por la deshidratación.
Estaba
dando el pecho a mi hijo, pero se me retiró. Adelgacé los diez kilos
que había engordado con el embarazo y la lactancia, los perdí en una
semana. Tenía que cuidar a los críos pero me sentía incapaz de cuidarme a
mí misma, el cuerpo no me respondía y apenas si podía conciliar el
sueño por la noche. Tenía un estado hipernervioso que no me dejaba
llevar una vida normal, ni siquiera realizar las funciones vitales más
básicas. No paraba de llorar, los nervios me podían, las crisis de
ansiedad continuaron esa semana. Por la mañana era lo peor, o si me
despertaba por la noche también. Ante el panorama que tenía enfrente,
con dos niños pequeños y sin ver solución a aquel estado, muy al
contrario, fui consciente de que yo sola no podría recuperarme de
aquello y decidí irme a casa de mis padres, que estaban en otra
provincia.
Cuando vino mi marido el fin de semana, yo no paraba de llorar, le pedí urgentemente que nos llevase a casa de mis padres.
Yo
temía por mi cordura, sentía que había perdido el control sobre mi
cuerpo, que éste no respondía a mi voluntad, mis emociones estaban
desbordadas por la tristeza y me daba miedo perder el control sobre mi
mente, que se llenaba de contenidos pesimistas y de miedo por todo. Era
incapacitante. Me venían a la cabeza casos de mujeres que habían caído
en depresiones muy graves tras haber dado a luz. Gracias a Dios la
decisión de marcharme con los niños a casa de mis padres fue la
correcta, allí comenzó mi recuperación. Muy lentamente, pero el amor y
la seguridad de la que me rodearon mis familiares era la mejor medicina
que podía recibir. No sólo sentir su amor, sino también sus delicados
cuidados, ayudó a restablecer mi cuerpo y a dar ánimo a mi espíritu.
Recuerdo
a mi madre subirme el desayuno a la cama y estar pendiente de mi
alimentación y de mi persona. Me cuidaron a mí y me ayudaron a que yo
cuidara a mis hijos. Yo sola sé que no hubiera podido salir de ese
estado. Me emociono al recordarlo. Había perdido el gusto por todo,
estaba invadida por una tristeza que no me dejaba disfrutar de nada, la
vida me parecía carente de sentido. Miraba a mi pequeño hijo, en su
canastillo, y pensaba para mí: “pobrecico mío, no sé para qué ha venido a
esta vida llena de sufrimiento absurdo…” Cada poco estaba llorando,
jamás había visto la vida con la tristeza tan inmensa que tenía ahora.
Cualquier
cosa triste o cualquier problema, yo lo veía aumentado como si fuese
algo insalvable. Los sufrimientos, desgracia o problemas que tuvieran
los demás, a mí me llegaban al alma y me dolían con una intensidad
desconocida para mí hasta entonces. Comenzaba a hacerme las preguntas
existenciales más importantes que puede hacerse un ser humano. Si
aparentemente yo lo tenía todo…mi marido…mis hijos…mi familia…todo…¿Qué
me ocurría?¿cómo podía estar así?¿por qué me dolía todo tanto?¿para qué
había venido a la vida? ¿por qué nacíamos?¿por qué había tantas
diferencias morales y circunstanciales entre los seres humanos ya desde
el nacimiento?¿por qué algunos venían en unas condiciones lamentables
desde su nacimiento? ¿por qué seres inocentes nacían enfermos o con
problemas? ¿por qué teníamos que sufrir’ ¿por qué teníamos que sufrir la
pérdida de nuestros seres queridos? ¿ por qué teníamos que morir? ¿qué
pasaba después de la muerte?...
En
fin, todo el repertorio de preguntas que nos hacemos los seres humanos
cuando empezamos a despertar espiritualmente y a tomar conciencia de las
cuestiones existenciales que en algún momento de nuestra vida tendremos
que hacernos…bueno eso si estamos maduros para hacérnoslas…
Yo
nací creyente, desde pequeña ya hacía mis peticiones y “conversaciones”
a solas con Dios. Pero ahora ese Dios que me habían enseñado y que yo
nunca me había cuestionado, se me había quedado pequeño para contestar a
las nuevas inquietudes y preguntas que nacían de mi interior.
Necesitaba encontrar un sentido a todo este caos que yo percibía en esos
momentos o me costaría mucho recuperarme y recobrar de nuevo mi
alegría. Pensaba para mis adentros que yo creía en Algo Superior, de
alguna manera siempre había sentido Su existencia, pero ya no podía
creer que Dios pudiera repartir la suerte o la desgracia de forma
arbitraria.
Algo
se me escapaba y yo quería encontrar qué era… Algunas noches me
despertaba con tanto desasosiego y ansiedad, que pensaba para mí: “madre
mía Señor…¡Cómo tenga que estar así (tan triste y con la extraña
sensación de vacío que ahora tenía) el resto de mi vida, estoy apañada…!
Pensaba que no iba a salir nunca de ese estado tan doliente y raro que
me embargaba. Recuerdo que a los dos meses de haber dado a luz, leer una
novela (la lectura ha sido y sigue siendo mi pasión), fue para mí todo
un logro, no es que tuviese un disfrute enorme con su lectura, pero fue
una prueba de que podía enfocar mi mente en una actividad que necesitaba
mi atención intelectual. El tiempo lo ocupaba con actividades
“ligeras”, esas que no requieren pensar mucho (de hecho la mente ya se
encargaba por sí sola de hacerlo), atendía a los niños, hacía
actividades cotidianas de limpieza, sacaba a los niños de paseo junto a
mi hermana (mis hermanas...seres primordiales para mí). Mis familiares
no entendían mucho mi estado, es algo que no se puede entender si no se
pasa, pero yo sentía que por encima de todo me querían mucho y se
volcaba en contribuir a mi restablecimiento. Me daban palabras de ánimo y
me ofrecían todo el tiempo del mundo…esto es, no me metían prisa ni
mostraban impaciencia por la recuperación de mi antiguo ánimo.
Al
cabo de tres meses de estancia con mi familia, ya me iba encontrando
con más fuerzas para pensar en regresar a mi casa. Había dentro de mí un
impulso que me empujaba a seguir con coraje. Quería volver a ser la
persona que era antes decidida y valiente y ponía todo el empeño de que
era capaz para conseguirlo. El tiempo que permanecí en casa de mis
padres hice todo lo posible para recuperarme y me conciencié que tenía
que volver a casa, debía ponerme a prueba para ver si podía estar
nuevamente sola. Al fin y al cabo el trabajo que tenía mi marido era de
estar muchos días fuera de casa y así iba a ser toda nuestra vida, con
lo cual, cuanto antes me enfrentase con la prueba antes me sobrepondría.
El estado nervioso que se había despertado en mí con el parto de mi
hijo, continuó con sus distintos altibajos los años venideros. Lo que
podía hacer por mi parte era seguir incorporándome a la vida, cuidar a
mis hijos, realizar mis tareas cotidianas, estar con mi marido, lidiar
con mis nervios con la paciencia que pudiese, tomar algún ansiolítico
sólo de manera puntual, cuando los necesitase realmente, y tratar de
alimentarme bien. Nunca quise depender de medicamentos, pero no niego
que en determinados momentos, fue una bendición que existiesen.
La
alimentación llegó casi a convertirse en una obsesión, en las épocas
que estaban funcionando las “energías”, perdía el apetito, me angustiaba
adelgazar y quedarme floja. Me decía a mí misma que tenía que estar
fuerte para cuidar a mis dos pequeños que tanto me necesitaban en esos
momentos. Así que tomaba mis vitaminas a temporadas, alimentos
nutritivos y sanos, frutas, aunque fuese en poca cantidad… Pienso que
dedicarme a los niños fue fundamental para mi recuperación. Por un lado
me producía cierto estrés la responsabilidad que tenía con ellos y el
miedo a caer mala y no poder hacerlo (desde la depresión me sentía muy
vulnerable). Por otra parte la obligación de cuidarlos y seguir con sus
necesidades rutinarias de cada día, me hacían olvidarme de mí, tenía que
salir “por narices” de mí misma, sus necesidades y el orden que
necesitaban (sus baños, sus comidas, su cole, sus paseos, sus juegos…)
no me daban tregua. Las crisis de ansiedad venían de cuando en cuando,
me tomaba un ansiolítico, me fumaba un cigarro (hace ya muchos años que
superé este hábito) y la tranquilidad volvía poco a poco. La respiración
y la mente iban dejando de estar agitadas y volviendo a lo suyo ¡Qué
desconcertantes eran esas crisis! Cuando estaba tan tranquila y me había
olvidado de ellas, me aparecía una sin más, por cualquier cosa que
despertase alguna “tecla” de miedo en mi inconsciente…cualquier
insignificancia que me hiciese anticipar algún peligro o miedo
imaginario. Puede que para mí haya sido lo más molesto en este proceso:
el lidiar con los contenidos mentales de miedo.
En
lo físico ya sabemos que produce cambios y diversas molestias que
cursan como dolores en diversas partes del cuerpo. Van desde diarreas,
pérdidas de apetito, dolores agudos en la zona anal, temblores, nervios
desatados…En lo emocional, uno tiene las emociones a flor de piel, con
una intensidad desbordante, así que tanto la tristeza como el miedo
pueden ser tan desconcertantes, inundando toda la personalidad. Y en
cuanto a lo mental, para mí casi era lo peor, los pensamientos se
agolpaban sin tregua, aún sabiendo que eran absurdos, pero era una
impotencia no poder pararlos ni poder luchar contra ellos, pues en ese
caso se afianzaban. Pensamientos que eran capaz de paralizarme del
terror que me producían, de saber que sólo estaban dentro de mi cabeza,
pero que yo no tenía control sobre ellos, no se podían “quitar con una
cirugía” y no sabía cómo desembarazarme de los mismos, y que para más
INRI desembocaban en la sensación de pánico, con lo cual quedaba
rematada... Con el tiempo, la búsqueda, el autoconocimiento…descubrí que
no se puede luchar contra los pensamientos y su correspondiente carga
emocional, sino aceptarlos… dejarlos estar…no huir…no hacer
nada…dejarlos que se “paseen” por el cuerpo…no significan nada. Claro
esto es un proceso que lleva su tiempo y disciplina, que no se puede
hacer de la noche a la mañana, tal como nosotros quisiéramos.
También
en esos períodos los cambios de temperatura que experimentaba mi cuerpo
eran desconcertantes, lo mismo era presa de un frío que me hacía
temblar…que el calor que despedía mi cuerpo era notado incluso por otras
personas que estuvieran cerca, pero siempre la temperatura real que
marcaba el termómetro (cuando me lo ponía para comprobarla), era la
considerada como normal. Los sonidos de “siseo”, zumbido o pitidos en
los oídos, también aparecían en los momentos que la energía estaba
funcionando más activamente.
En
esa época y en determinados momentos volvían a mi cabeza las viejas
preguntas existenciales y a la vez no sé por qué, iba gestándose en mí
la posibilidad de la reencarnación como respuesta. No había oído hablar
de ella mucho y las pocas veces que lo había hecho era sobre
reencarnación en animales…eso de reencarnarse en animales no me
convencía a mí mucho, pero lo de venir aquí en sucesivas vidas como
sistema de aprendizaje y evolución, parecía “calarme” mejor…podía ser
una posible explicación a muchas de las cuestiones que habían aparecido
inquietándome el espíritu. Aunque el mecanismo seguía sin entenderlo.
Busqué en algunos libros que prometían dar respuestas, pero volvían a
“rizar el rizo” y a explicar las cosas, en las que yo había perdido la
fe, de otra manera. Yo seguía sin encontrar lógica, algo que me
explicase de una manera coherente la dinámica de la vida.
¡Lo
siento!¡No me servía el dogma!...O lo entendía o no lo entendía. No
podía engañarme a mí misma. O me daban argumentos razonables con sentido
común, que me explicasen, aunque fuesen de manera abstracta, el sentido
de la vida que a mí me convenciera y me contestara las preguntas que
hervían en mi interior…, o yo seguía impertérrita antes los viejos
argumentos. Así transcurrieron unos años. Yo iba recuperándome,
resignándome a las molestias cíclicas de la energía e
intentando acostumbrarme a las fastidiosas sensaciones que se derivaban de ella.
A
la vez continuaba con una tímida búsqueda espiritual, que también me
causaba mucho respeto. En mis manos caían alguno libros que me producían
zozobra, puesto que tenía que cambiar creencias viejas y pautas
mentales que ya no ayudaban. Eso crea mucha inseguridad. Era una
búsqueda por iniciativa propia, aquí no existían guías ni directores
externos, algo en mí interior no permitía que aceptara nada que no
pasase por mi cedazo interno. Reconozco haber sido muy cauta en la
búsqueda, un sexto sentido me avisaba de que en esos momentos las
personas somos muy vulnerables y que existe un peligro
real
a la hora de iniciar la el camino de búsqueda. Tuve una vigilancia
especial en discernir todo lo que me “oliese” a sectario. Quizás por
ello mi búsqueda la hice muy individual, sin grupos, ni directores.
Aunque eso, no me libró de tener muchas tribulaciones a la hora de
cambiar por dentro y de aceptar ideas nuevas, pues a pesar de “sentir
que por ahí iban los tiros…” en muchas enseñanzas que iba encontrándome
en la búsqueda, notaba como si anduviese por arenas movedizas, como si
me estuviera “saliendo del tiesto”, porque los demás a tu alrededor no
cambian sus ideas, siguen con sus creencias de siempre (que antes eran
las mías) y están tan a gusto con ellas. Encima, una debía ser cauta a
la hora de manifestar lo que ahora estaba sintiendo, pensando y
aprendiendo, so pena de quedar como “pasada de tuerca” ante los ojos de
los demás. No puedo dejar de sonreír al recordar esta situación. Los que
han pasado, o están pasando, por esto, saben de qué hablo.
Para
suerte mía, di con los libros de Edgar Cayce, y era ideal la manera de
tratar los temas que yo necesitaba conocer. Comenzaba a forjarme una
filosofía de vida. Leí, o mejor dicho “devoré” muchos libros de temas
variados y de otras filosofías y religiones, quería conocer, necesitaba
saber, comprender…y la esperanza y un sentido de por qué ocurren las
cosas, iba dándome una especie de aceptación o comprensión que eran
vitales para mí. Aún seguía con los ciclos molestos, en los que tenía
las emociones a flor de piel y toda la sarta de síntomas desagradables, a
los cuales más que acostumbrarme, había aprendido a resignarme, pensaba
que a mí me sucedía eso y que tenía que aceptarlo. “Algún día
desaparecerían…”, me decía para mis adentros. Mientras intentaba aplicar
los nuevos conocimientos en mi vida cotidiana y me esforzaba en ser
mejor por dentro. Me disciplinaba mucho en no juzgar a los demás e
intentar ponerme en su lugar..¿Qué sabía yo lo que esa persona había
tenido que pasar…?. Aún no sabía de qué se trataban esas sensaciones
molestas que se me habían desencadenado con el parto.
Sin
embargo, mi rodaje en el camino ya era imparable…A los cuatro años de
mi despliegue personal, cuando ya me encontraba mucho mejor y la
búsqueda espiritual iba dando sus frutos, sucedió algo en la familia,
que no viene a cuenta relatar, pero que supuso unos momentos muy
difíciles para la familia. Aquí no me quedó otra opción que consagrarme
en
cuerpo
y alma a solventar aquel problema. Me tuve que trascender a mí misma,
olvidarme de mi proceso, que se iba desarrollando en silencio, y acudir a
la situación dura, que había venido a la familia y que duraría muchos
años.
Así
pasaron unos años con mucho sacrificio y dedicación, hasta que en Marzo
de 1997 tuve la siguiente experiencia en un estado de duermevela,
aunque puede asegurar que estaba bien despierta en el momento de
decidirme a dejarme llevar… Copio con exactitud la descripción que hice
de ella unos años después para contarla a una persona:
“En
Marzo de 1997 pasó lo siguiente: estaba quedándome dormida, en una
siesta, y de pronto me sobresaltó el ruido o zumbido como de cables
eléctricos, a la vez que una especie de agujero o redondel, azul oscuro
con destellitos blancos (semejante a un cielo lleno de estrellitas
tintineantes), me absorbía. El agujero no es que fuera muy grande, pero
yo “sentía” que cabía por él. Se me encogió el estómago por el miedo, y
me desperté, tomé conciencia de que estaba en la siesta, de que mi
marido estaba a mi lado durmiendo y de que aquello que me estaba
sucediendo era un hecho “raro”. Yo por aquel entonces me sentía
desanimada y abatida por ciertos acontecimientos duros, pasados en los
años anteriores y que continuaban. A pesar de ser creyente y de haberle
dado un sentido espiritual y vital, a tales acontecimientos, la verdad
es que me sentía muy cansada y necesitaba saber más, comprender más…,
así que a pesar del miedo que me había contraído el estómago, al
encontrarme ante aquella experiencia “rara”, me dispuse a dejarme
llevar, era como dar mi consentimiento de forma consciente a “aquello”.
Quería “ver” lo que había en ese lugar que me atraía hacia sí. Me relajé
y mentalmente pedí con firmeza y mucha Fe: “¡Jesús, acompáñame!”.
Aquello, me atrajo hacia sí y me absorbió. No recuerdo lo que sucedió
allí. Lo único que recuerdo es que volví a tomar conciencia de nuevo y a
sentir y ver, no con los ojos físicos, cómo una ráfaga de energía,
color naranja-fuego, subía por mi columna vertebral y salía por mi
coronilla en forma de palmera de fuegos artificiales. Tras aquello,
estuve una temporada, muy nerviosa y llorona, también tenía momentos de
entusiasmo, de felicidad, de beatitud, de éxtasis… “Entendí” muchas
cosas de mi vida, sentí un Amor muy grande, hacia mí misma y hacia todos
los seres humanos, y como pude aguanté el tipo, para mantenerme
ecuánime; pues aún sin saber ni recordar lo que había pasado, sentía que
había sido una experiencia personal-espiritual muy fuerte.
A
raíz de ahí me “encajaron” muchas cosas que yo me había preguntado y
que disolvieron en mi interior un montón de bloqueos, con los que
siempre había cargado y de los que no era consciente.
Unos
días después, por “casualidad” supe cómo se llamaba esa energía que
había atravesado mi columna, y de alguna manera deduzco o imagino lo que
pudo suceder allí, aunque claro, no puedo asegurar nada.
A
veces me pregunto ¿Dónde estuve, aunque fuese sin mi cuerpo físico?¿Qué
pasó allí?...aunque siento mucha curiosidad por aquel episodio, también
me da mucho respeto. Pienso que el que yo no recordase lo que sucedió
en ese lugar o plano o lo que sea, fue como una especie de protección en
esos momentos, ya que yo no estaba preparada para los acontecimientos
que aún me quedaban por pasar en los años siguientes, y que fueron
bastante duros, desde una enfermedad que pudo ser mortal (aunque se
cogió a tiempo) a la continuidad de los acontecimientos que venían
desarrollándose en la familia desde años anteriores. Ahora me estoy
recuperando de las secuelas de todo lo vivido, del alto coste emocional,
mental y físico, que tuve que invertir en las circunstancias que me
tocaron vivir en la década de mis 30 años, y de cuyos bloqueos y
traumas, estoy trabajando actualmente”. Así fue como la escribía unos
tres años después de tenerla.
Siempre
siento un cierto pudor por contar estas cosas, pero no puedo separar mi
sentir espiritual de mi vida cotidiana, aunque a la hora de contarlo
haya sido siempre bastante cauta, por la mala prensa que tienen estos
temas entre algunas personas.
De
todas formas esta experiencia fue para mí un antes y un después en mi
vida. Fue muy… muy IMPORTANTE para mí. Ahora sentía que el CIELO estaba
en la tierra, que era un estado mental. Aprendí y sentí una serie de
emociones de conexión, de éxtasis, de amor…que a veces pienso, que si
ese estado de consciencia hubiese durado mucho tiempo, con la intensidad
que tenía, el pecho se me hubiese derretido de sentir tanto y tanto
Amor. En fin, empezaba otra etapa nueva para mí, llena de Esperanza
renovada. De entendimiento. No podría describir las sensaciones y la
nueva perspectiva que se había abierto en vida y que yo tanto
necesitaba.
Sería
otro capítulo para escribir y de momento pienso que contar los años
anteriores a esto, en los que tuve que pasar tantas sensaciones
desagradables, sin saber lo que me estaba ocurriendo, es suficiente por
ahora. No sé, quizás hubiese sido más llevadero para mí, más fácil, si
alguien me hubiese sugerido que esta energía existía y que producía
ciertos estragos…pero no obstante, gracias a Dios, fui en búsqueda de
“Algo” a lo que pudiese aferrarme y me diese sentido de vida para poder
seguir. Y gracias a Dios, esa búsqueda y tesón, dieron sus frutos.
“Por
casualidad” justo a la semana de haber tenido la experiencia, en un
expositor de libros, encontré un libro que tenía en la portada un dibujo
de la misma energía que yo había “visto” en estado de duermevela. ¡Vaya
sorpresa! Ahora se abría para mí una nueva dimensión de búsqueda y
estudio. La energía se llamaba en sánscrito, energía de kundalini. Es la
energía que proviene de la Madre Tierra, de la materia, o aspecto
femenino de Dios. Después indagando descubrí que en las enseñanzas
espirituales que a los occidentales se nos había transmitido, aparecía
con el nombre de Fuego. Me interesé mucho por experiencias que habían
pasado otros buscadores espirituales de todos los tiempos, todas eran
similares, tenían algunas variaciones particulares, propias de la
personalidad que tuviera cada uno, pero la esencia y el desarrollo eran
similares.
En
los años posteriores tuve que sufrir experiencias bastantes duras en mi
vida, además de las que venían produciéndose de años anteriores, pero
“ALGO” muy fuerte se había anclado en mi interior que ya jamás me ha
abandonado. Y que a pesar de todo, ya no se ha ido de mí una alegría
interna que me hace sentir una persona muy afortunada. La Vida tiene
para mí un enorme sentido y yo quiero contribuir con mi trabajo para la
Ella.
Las
molestas sensaciones que conlleva esta energía se han seguido dando,
pero ya no es lo mismo, yo ya tengo la certeza de su existencia: ESTA
ENERGÍA EXISTE.
El
tiempo y la disciplina me han ido enseñando a manejarme con ella, no
siempre es fácil. A veces la intensidad con que se manifiesta me
dificulta pensar, utilizar la mente para mantenerme ecuánime en el
AHORA. Es entonces cuando tengo que recurrir con más fuerza a la FE, que
gracias a Dios, también ha crecido y se ha hecho más fuerte. Ahora
puedo abandonarme en MI DIVINA PRESENCIA, en mi SER amado, sin pensar…
tengo todo el tiempo del mundo…debo aplicar y disciplinarme en la
bendita PACIENCIA…“Yo no tengo que hacer nada”…Porque Todo ya está
hecho.
Ahora
sólo transmitir a las queridas personas que están pasando por esto y
que están contribuyendo con su esfuerzo a aliviar el sufrimiento de la
Tierra y a elevar la rata vibratoria de cada uno de sus átomos, aunque
algunas no sean conscientes de ello, que las amo con toda mi alma, que
las comprendo y que les daría un abrazo muy amoroso, desde lo más
valioso que poseo en mi interior: Nuestro Ser…nuestro Cristo interno.
Con todo mi AMOR para cada uno de vosotros que sabéis de qué hablo.
M.CARMEN
Febrero de 2004
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